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Jean-François Champollion y los jeroglíficos.

1972.- Jean-François Champollion y los jeroglíficos. Nació en Figéac, Francia, el 23 de Diciembre de 1790. Se cuenta una divertida historia acerca de su nacimiento, que merece ser reflejada aquí. Parece que su madre estaba paralítica y que su padre, un librero que había acudido sin resultado a todos los médicos posibles, decidió a mediados de 1790 recurrir a un curandero llamado Jacqou. Este la hizo acostarse sobre un lecho de hierbas calientes y beberse un brebaje de vino caliente. Anunció su curación inmediata y el alumbramiento de un niño de fama imperecedera. La enferma se levantó tres días después y, a las dos de la mañana del susodicho 23 de diciembre, dio a luz al pequeño Jean François. Se dice que el médico que reconoció al recién nacido se asombró al comprobar que tenía la córnea amarilla, característica propia de los orientales y extraordinaria en un centroeuropeo. Por otra parte, siempre se ha insistido en que su tez era oscura, casi parda, y sus rasgos algo orientales, lo que, junto con la orientación de sus estudios, le valió toda su vida el sobrenombre de el egipcio.



Quiso ser conocido como Champollion el joven para distinguirse de su ilustre hermano mayor Jacob Joseph, bibliotecario eminente y estudioso de la arqueología pagana y egipcia, quien, por su parte, consciente del talento de Jean François, se hacía llamar Champollion-Figéac, o, simplemente, Figéac.

La formación en lenguas de nuestro egiptólogo la debió en parte a la dirección que recibió de su hermano: árabe, etíope, copto, hebreo, sirio, caldeo y algo de numismática. Tras sus primeros estudios en Figéac, con poco aprovechamiento, se inscribió en el Liceo de Grenoble. Con 16 años, interesado por la piedra Rosetta, escribió un artículo en el que sostenía, y con razón, que la lengua copta usada por los egipcios cristianos descendía directamente de la antigua. (citado)

En la Blogosfera:

“Los números de Pitágoras hemos de verlos como símbolos jeroglíficos por medio de los que se representaba la auténtica naturaleza de las cosas.” Porfirio (s. III dC) filósofo griego.

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